Huehuetlatoli por Diana América

(Discurso sobre la madurez) Madurar sin odiar el acto en sí

Hijo mío, muchachito mío o mi dulce tortolita, pequeña mía; escuche bien las
palabras que aquí se guardan intactas cual plumas de quetzal, en las que recibe
la invitación de vivir tan bellamente como le sea posible, de arrancar dentro de
sí todas aquellas vestiduras de harapos que se puedan encontrar dentro de su
corazón y no le permitan sentir adecuadamente sus emociones como más allá
que un modo de realizar auto-penitencia.

Bien nos dicen nuestros mayores, los de cabeza blanca, que nadie sale ileso de
este gran y tormentoso mundo cruel, casi como si adorar a nuestro señor también
significara otorgarle la sangre que de nuestro ser emana a cada decepción o a
cada sensación de pérdida.

A veces lo percibirá como una tarea imposible, pero aún con la funesta
perspectiva que puede envenenarle el alma, usted joven mío debe procurar
mantener sus intenciones frescas, su corazón tan puro cual turquesas, pues del
mismo modo que el jade, la bondad de su ser debe ser igual de inquebrantable.

No agache la cabeza tampoco, camine siempre recto y no calle ante las
injusticias que sus ojos perciban, recuerde siempre que la amabilidad no priva
de la asertividad y viceversa, por este motivo no deje que un halo de crueldad
rodee su manera de enfrentar a aquellos que se quieran aprovechar de su buena
voluntad. Encontrará siempre el modo de luchar contra lo que pareciese
enterrarse en su espíritu cual cuchillo de obsidiana sin tener que rebasar los
límites de sus principios.

Viva en paz consigo mismo mientras el tiempo aún sea tiempo, su inocencia se
verá manchada o tal vez pulverizada por la forma en la que se conserva al
mundo, pero es parte del proceso que dejará marcado sobre su rostro las líneas
que los demás aparecieran cómo vestigios de la sabiduría que su ser ha
acumulado.

Todo lo que necesite lo aprenderá conforme vaya creciendo y convirtiéndose en
un digno representante de en quién desee transformarse, habrá púas dentro de
si que lastimaran a los que los rodean, pero aprenderá a arrojarlas dónde
pertenecen.