Huehuetlatoli por Zarah

Las palomas se pierden

Hermanas mías, he venido a pedirles que escuchen mi súplica: mi niña, mi palomita, se ha
perdido, y el corazón de su madre y el corazón de su padre la extrañan.

Ahora pregunto: ¿Cuántas flores no se han marchitado ya? ¿Cuántos corazones de jade nos
han sido arrebatados por fieras sin rostro? Dejan nuestros corazones tristes, es cierto, pero
no debemos agachar la cabeza, no. Debemos mirar al frente y, con paso firme, buscar a
aquellas que ahora nos hacen falta. Nos han dicho que no debemos correr, apresurarnos o
hacer ruido, a menos de que así lo requiera una situación; tal es ésta la que lo requiere,
hermanas. Que nuestros pies se escuchen, que se oigan nuestros pasos, pero que el señor
Tloque Nahuaque nos de la sabiduría para que nuestras gargantas sean claras y nuestras
voces hablen y digan lo que queremos: que nuestras palomas vuelvan a casa, para que sean
libres después de retomar su camino sin volver a colgar la cabeza del cuello.

Ahora les digo que no importa si son mujeres alegres o nobles, ¿No somos todas acaso
hermanas, hijas y madres? ¿No es el dolor compartido, el dolor de no saberlas en esta tierra
de por sí ya llena de sufrimiento, o en el lugar común al que un día habremos de ir todos?
Hemos de dejar de lado las distinciones y unirnos para formar una sola voz, un mismo
canto, y unas mismas manos y pies que recorrerán la tierra en busca de aquellas plumas
añoradas.

¡Levántense hermanas, mujeres!, ¡padres, hermanos y abuelos! Que hoy haremos que
aquellos que nos dieron vida levanten la cabeza; hoy miramos al frente, sin hipocresía a los
lados, sabemos a dónde vamos. Llevamos el espíritu de las águilas y tigres a donde
vayamos, y no descansaremos hasta tener a estas flores de jade de nuevo en nuestro pecho
latente y vivo.